A partir de los 12-20 meses, se dan las primeras interacciones sociales entre los pequeños y empiezan a conocer su entorno a través de la experimentación, el movimiento y el juego. Pero, los pequeños todavía no saben relacionarse y surgen los primeros conflictos, como arañazos, mordiscos,…, lo cual forma parte del desarrollo normal del niño, pero cuando es de manera persistente, puede causar preocupación.
Morder es una manera rápida de conseguir un juguete o llamar la atención, también lo usan en situaciones de estrés o frustración, o simplemente por imitación.
¿POR QUÉ MUERDEN LOS NIÑOS?
Los niños utilizan la boca para explorar, aprender más sobre su mundo y para relacionarse, desconociendo el dolor ajeno y actuando por impulsos, siendo los mordiscos:
o Por exceso de emoción, alegría o cariño: a los pequeños les encanta tocarse, darse besos,… pero, algunas veces no son capaces de canalizar estas emociones, se ponen nerviosos y, ¡mordisco al canto!
o Por ausencia del lenguaje oral: los niños de estas edades aún no saben hablar y no pueden utilizar la palabra para resolver sus conflictos. Su agresividad es, simplemente, una manera de decir qué quieren, una forma de autodefensa.
o Por problemas con la dentición: Cuando les salen los dientes, los pequeños están muy molestos; por lo que sienten alivio cuando muerden, lo malo, es cuando muerden el brazo de un compañero.
o Por costumbre: Cuando tienen siete u ocho meses nos hacen mucha gracia algunas actitudes, como que nos tiren del pelo, o en este caso un pequeño mordisco. Debemos moldear estas actitudes, ya que el niño no entiende porque al principio se le refuerza (porque nos hace mucha gracia) y cuando tiene más edad se le regaña.
o Por pensamiento egocéntrico: Los pequeños no tienen la capacidad de ponerse en la piel de otros. Si quieren una cosa, la quieren en el momento y no comprenden que otro niño también la quiera. “Lo quiero y te lo quito y, si te resistes, te muerdo”.
o Por no saber compartir: Los niños no son egoístas, aún no saben compartir. Debemos enseñarles.
o Por sobreprotección: A estas edades están acostumbrados a tener todo lo que quieren y cuando quieren, y en la escuela resulta difícil; comienzan a escuchar el “no” y es complicado de entender.
¿CÓMO SE DEBE ACTUAR EN LA ESCUELA?
Aunque sea normal el problema de los mordiscos, hay que estudiar cada situación y cada niño (si le están saliéndolos dientes y está explorando, si se pelean esos dos niños a menudo, si está cansado, si es para llamar la atención,…).
Ante cualquier suceso de este tipo (mordisco, pelea, arañazo) lo primero que hacemos es atender al niño agredido, calmarle y ofrecerle seguridad.
Hacemos entender al que ha provocado el altercado que lo que ha hecho no está bien, que actuando así hace daño a su compañero y no debe repetirlo.
Sentamos al niño en el rincón de pensar, para que se relaje y cuando vuelva al grupo, pueda seguir con la actividad normal, actuando siempre de la misma manera para que las normas y límites queden interiorizados, permitiendo progresivamente el desarrollo de habilidades sociales alternativas a la agresión para resolver conflictos, reforzando siempre modelos de conducta correctos (muestras de cariño, compartir,…), modo en el cual sabrá que morder no está bien y conocerá la conducta adecuada para conseguir lo que desea, elogiándoles cuando se comportan de manera adecuada.
Son cosas de niños, que no deben dañar las relaciones entre familias.
¿CÓMO SE DEBE ACTUAR EN CASA?
Si en casa surgen estos pequeños accidentes deberemos actuar de una forma similar a la escuela:
• Socorrer a la persona afectada.
• Retirar al niño del juego.
• Hacerle entender que la acción está mal.
Tenemos que tener en cuenta, que la acción ha de ser inmediata: son muy pequeños, y aún no comprenden esa relación entre su conducta y la riña del adulto, y mucho menos si la conducta ocurrió hace algunos minutos, pero con calma, explicándole nuestra desaprobación ante esa conducta, explicándole, mirándole a los ojos que lo que ha hecho daño y que no puede volver a hacerlo, dándole el tiempo de reflexión, y ofrecerle una conducta reparadora.
SIEMPRE que ocurren estos episodios deberemos actuar del mismo modo.
No debemos hacer grandes dramas, sin mantener nuestro enfado durante más tiempo del que dura ese instante en el que apartamos al niño del juego. Para evitar que el exceso de atención a esos momentos puede provocar que el niño muerda para llamar nuestra atención y desencadenar un enfado.
Ofrecer al niño modelos correctos de interacción: reforzarlo cuando bese a un amigo o un muñeco, cuando lo acaricie,… tan importante es extinguir las conductas incorrectas como enseñar las adecuadas.
Evitaremos los juegos de “lucha”, los mordisquitos cariñosos; los niños aún no saben controlarlos y piensan que son un juego.
Hay niños que tienen mucha energía y para ello les ofreceremos actividades que les ayude a descargarla (natación, carreras,…) y actividades de relajación.
No reaccionar con conductas agresivas.